La lesión del ligamento cruzado anterior es una afectación muy común entre los deportistas, y suele conllevar una rehabilitación compleja. Esta lesión consiste en un desgarro o estiramiento excesivo de este ligamento, ubicado en la rodilla. Normalmente, la afectación en el ligamento cruzado anterior se produce en actividades físicas donde son comunes las paradas y los cambios bruscos de dirección en carrera. Pero estas lesiones también se pueden deber a un fuerte golpe o por extender de forma excesiva la articulación de la rodilla.

Las lesiones de ligamento cruzado anterior pueden ser leves o graves, pero en todos los casos es recomendable realizar una buena rehabilitación. En el caso de las lesiones leves, se produce un pequeño desgarre. Mientras que en las lesiones graves el desgarre del ligamento es completo.

Una lesión de ligamento cruzado anterior suele requerir de tratamiento. Los riesgos de no tratar esta lesión son la pérdida de movimiento en la rodilla y mayor riesgo de sufrir fricción entre los huesos que se articulan en ella. De este modo, sin un buen tratamiento y una posterior rehabilitación del ligamento cruzado anterior podemos sufrir lo que se denomina deficiencia crónica del LCA.

El proceso de rehabilitación de una lesión de ligamento cruzado anterior

Se calcula que la rotura del ligamento cruzado anterior aúna el 50% de las lesiones ligamentosas de rodilla. La afectación que produce en la rodilla hace que en algunos casos se requiera de intervención quirúrgica. Sin embargo, también se pueden realizar tratamientos conservadores.

En cualquier caso, tras el tratamiento de la lesión del ligamento cruzado anterior se debe aplicar un período de rehabilitación. La rehabilitación de esta lesión es larga, de varios meses hasta al año y resumiendo mucho se compone de las siguientes fases:

Fase 1: recuperar la movilidad en la rodilla

Durante las primeras semanas de rehabilitación nos encontramos con una rodilla todavía con dolor. Además, la lesión suele comportar una pérdida de la masa muscular. Por eso, durante las primeras semanas el objetivo de la rehabilitación pasa por recuperar la movilidad de la rodilla y disminuir el dolor, la inflamación y empezar con ejercicios isométricos de la pierna entre otras.

Fase 2: momento de empezar a fortalecer la pierna

Cuando la rodilla ya se encuentra en la fase donde ya tiene recuperada toda la movilidad, empezaremos con el trabajo de fuerza. En esta fase podemos empezar a ejercitar la rodilla, y en este caso la bicicleta puede ser un gran aliado, ya que nos permite recuperar masa muscular y entrenar la movilidad. No obstante, habrá que ejercitar también la fuerza de toda esa musculatura que nos haga una rodilla fuerte y estable como puede ser la musculatura del core, el cuádriceps, glúteo medio, isquiosurales…

Fase 3: ¡Volvemos a la práctica deportiva!

Si no ha habido ninguna complicación, nuestra rodilla ya está preparada para empezar a trabajar de forma más específica para retomar actividad física. En esta fase entraría los ejercicios de salto, sprints, sprints con cambios de ritmo, pliometría, trabajo de campo….

 

El entrenamiento físico, la mejor forma de prevenir nuevas lesiones

Para tratar de prevenir posibles nuevas lesiones del ligamento cruzado anterior, u otras afectaciones en los ligamentos, es muy importante fortalecer los músculos de nuestro cuerpo, como el glúteo medio, el cuádriceps o los isquiotibiales

En el Centro Oreka Mataró consideramos que la rehabilitación activa es fundamental para recuperar y prevenir lesiones. ¡Contáctanos para más información!